20121215
Curro González. La Vivienda Colectiva, Territorio de Excepción
PLUS, LA VIVIENDA
COLECTIVA, TERRITORIO DE EXCEPCIÓN
DRUOT, LACATON & VASSAL
DRUOT, LACATON & VASSAL
Manuel Francisco González Guerrero/Grupo C/Fundamentos del Habitar/
Profesores Antonio Herrero y Rafael Casado/ Curso 2012-2013/ ETSArquitecturaSevilla
RESUMEN DEL LIBRO.
Siguiendo la idea vertebradora del curso, enunciada bajo la máxima “Reciclar el habitar”, se procede a la lectura de este libro ampliamente recomendado por su conexión con el contenido del curso y la problemática actual en torno a las viviendas sociales y de bajo presupuesto. El libro nos ofrece una visión pedagógica del problema y trata de mostrarnos la forma de actuar empleada por este estudio francés a la hora de enfrentarse a estas realidades.
El libro consta de una introducción a manos de Ilka y Andreas Ruby en la que se enmarca la necesidad de una revisión de las formas de habitar en comunidad que se establecen en Europa a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Tras esta introducción, se nos desarrollan los preceptos básicos seguidos por estos tres arquitectos en tres extensos capítulos, y luego se procede a mostrar las intervenciones llevadas a cabo en distintas promociones de vivienda colectiva dentro de Francia.
En el primer capítulo ya se nos enuncia una de las ideas fundamentales: “No derribar nunca, no restar ni remplazar nunca, sino añadir, transformar y utilizar siempre.”
Esto es, tratar siempre de partir de la prexistencia independientemente de su calidad o grado de deterioro porque es la única manera de avanzar e innovar socialmente. Además la reconstrucción, recalificación y replanteamiento de los espacios son siempre operaciones menos costosas y con mejor resultado que la tábula rasa con la consiguiente demolición previa. Se trata de mostrar una actitud atenta ante la prexistencia y ser capaz de valorarla en toda su amplitud de parámetros. Asimismo, el usuario se erige como protagonista indiscutible de la intervención, siendo el objetivo primario de los arquitectos facilitarle los usos y simplificar su vida.
Así, ya en este primer punto se nos muestran una serie de claves maestras para alcanzar los nuevos estándares previstos partiendo de una serie de bondades ya existentes en la mayoría de torres periféricas de viviendas sociales que pueden encontrarse en todas las ciudades francesas desde los años 50 hasta la actualidad. Algunas de estas claves son:
- Ampliar las viviendas aumentando la superficie de la sala de estar y significándola respecto al resto de la casa.
- Dotar de transparencia a las fachadas y espacios aterrazados.
- Intervenir sobre los espacios residuales de paso como rellanos, ascensores y escaleras.
- Des-densificar las plantas bajas o cubiertas para dotar al edificio de equipamientos de uso común exclusivo para los vecinos.
- Donde sea posible, introducir viviendas complementarias.
- Dotar al edificio de espacios exteriores bien organizados y con un uso concreto.
Nos hablan en un siguiente punto de la amplitud de posibilidades que ofrecen las viviendas objeto y las zonas donde se ubican. Se preguntan asimismo por la conveniencia del actual modelo preestablecido de vivienda estándar para una familia tipo. Hoy día, ¿Cuál es la familia tipo? Con la entrada en crisis de este concepto entra a su vez en crisis prácticamente el fundamento básico de nuestra sociedad occidental actual. Esta situación actual en la que la vivienda viene como algo dado comienza a desajustarse de la realidad, y ya no funciona para todos el ideal de vivienda burguesa que se nos ha querido vender durante el siglo XX. La adaptación mediante un simple cambio de escala ya no es posible, se hacen necesarios diferentes mecanismos de actuación. La casa hoy no se amolda al dueño, sino que es el dueño el que se amolda a la casa.
Druot, Lacaton y Vassal proponen un nuevo modelo mucho más libre, en el que la casa se presenta como un catálogo de espacios de calidades complementarias y contrastadas.
El segundo capítulo comienza hablándonos de lujo y facilidad. Los arquitectos insisten en la idea de cambiar el concepto de calidad de vida, regido por unos estándares, por el de lujo, mucho más subjetivo y adaptable a cada uno de los habitantes de las viviendas. Se nos presenta el lujo como una generosidad de espacios, luz y confort por encima de lo esperado. Debe buscarse siempre el equilibrio entre generosidad y sencillez. Un ejemplo de esto es, para los autores, el de las Case Study Houses (a una escala totalmente diferente).
Más adelante se critica la poca implicación que tuvo el movimiento moderno con las necesidades reales de vivienda imperantes en su época. Se critica la combinación histórica de arquitectura y urbanismo como fuentes importantes de este fracaso de la vivienda colectiva. La idea misma del plano de ordenación provoca que el arquitecto se desvincule de los interiores y se dedique a disponer a su antojo terrones de azúcar sobre una maqueta para contener a un número determinado de personas. El fuerte encorsetamiento que conlleva el planeamiento urbano lleva al arquitecto a acabar proyectando una arquitectura normativa que cumpla con todos los requerimientos legales, olvidándose por completo de la escala menuda y del elemento más importante de un proyecto, que debe ser el usuario.
J.P. Vassal defiende que en cualquier proyecto, independientemente de su escala, debe tenerse muy en cuenta al usuario, dándosele la misma consideración al cliente que encarga una villa privada que al ciudadano que se dispone a habitar una vivienda colectiva de bajo presupuesto.
Los autores observan horrorizados cómo durante la época de la reconstrucción, el placer de habitar no se contempla como un parámetro importante del proyecto, siendo mucho más importantes aspectos que en opinión de los arquitectos deberían quedar supeditados al confort y calidad de vida del usuario. “La gente es gente, le gusta estar bien y las cosas que se hacen para la gente deben estar bien”.
Desde el punto de vista económico, los números les dan la razón. Existen tres razones fundamentales por las que es preferible optar por la reconstrucción frente a la demolición. En primer lugar, por afán especulador, se ha demostrado que cada vez se construyen viviendas más pequeñas, con lo que estamos destruyendo una superficie x para construir una superficie menor, lo cual redunda en beneficio del promotor y pérdida del usuario. Otro motivo es la indiscutible escasez de viviendas (en Francia) y el gran sector poblacional que trata de ocupar una. En tercer lugar, la voluntad conservadora del arquitecto de transformar un bien ya existente y que ofrece la única manera de ir más allá en la concepción de nuevas maneras de habitar. La construcción de nueva planta es incapaz de ofrecer esa oportunidad tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista cultural.
El presupuesto necesario para transformar un edificio ya existente es entre tres y seis veces más bajo que el necesario para derribar y construir de nuevo. Además, preocuparse por la gente antes que los sistemas es otra buena manera de entender lo económico. En el contexto de una crisis de la vivienda como la agua, la primera intervención adecuada al entorno es el reciclaje y el incremento de intervenciones en los grandes conjuntos de viviendas, lo cual no pasa precisamente por derribarlos. La cuestión del entorno empieza por una mirada desde el interior.
La transformación permite lanzar una mirada libre de ideas preconcebidas, dar importancia a aquello que tiene potencial y vitalidad. Es necesario mostrar que el acto de transformación implica que ciertas estructuras permanezcan, que prolonguen su vida permitiendo nuevas maneras de ser usadas y habitadas.
Defienden que la utopía moderna comienza en este difícil clima actual, precisamente a la idea del reciclaje de los espacios, que permite estrategias de unión, hibridación y transformación.
Estas estrategias generan complejidades impensables de alcanzar partiendo de cero.
Ya no existen los encargos que dan la posibilidad de inventar una ciudad de la nada, como sucedía en los años 60 o 70. A cambio, ahora tenemos la misión de transformar esa ciudad, lo cual constituye un acto eminentemente cultural.
En cuanto al problema de la convivencia y la idea de comunidad se defiende la idea de generar el proyecto de dentro hacia fuera, a partir de un recorrido que comienza en el dormitorio de una vivienda y acaba en los espacios públicos asociados a la misma. Al proponer buenos apartamentos pensados casi a medida, proporcionando servicios y facilidades. La manera de proceder es asociativa y acumulativa, y así paso a paso se construye la ciudad. Este mismo proceso, para dos, 4, 20 o cincuenta personas es el que “crea” ciudad.
Critican que muchas veces cuando se busca favorecer la mezcla social, evitando la creación de guetos, se hace necesaria la creación de casas unifamiliares para insertar a población de nivel adquisitivo más alto, lo cual implica contar con la promoción privada. Así el discurso sobre la mezcla y la tolerancia es realmente un discurso económico disfrazado de discurso social.
El discurso sobre la vivienda unifamiliar es, a fin de cuentas, el mismo que el de la colectiva. Se añaden además los problemas de espacio que generan las viviendas unifamiliares al consumir el territorio.
Ciertamente hoy en día incluso se tiende a la inversión del fenómeno, generándose exclusivas viviendas plurifamiliares en torres de magníficas vistas y aislando colectivos problemáticos en viviendas unifamiliares de escasa calidad.
En cuanto al espacio público, manifiestan el problema que se da en la total desconexión entre el proyectista de los edificios y el proyectista del espacio público que los rodea. La gestión de todo el área así como los edificios debe ser planteada como un todo, por una misma mano. Nos cuentan que lo que define a un espacio libre es su uso, y que en muchas ocasiones son más exitosos espacios abiertos sin ningún impedimento ni uso predefinido en proyecto pero que permiten libertad para que el usuario desarrolle la actividad que considere más oportuna. Estos espacios funcionan muy bien porque permiten que la gente se apropie libremente de ellos y requieren un mantenimiento mínimo. Es, por tanto, el uso el que se encarga de modelar el espacio público y no al revés.
Por último se plantean cómo cambiar las connotaciones negativas que presentan los grandes conjuntos de viviendas de cara a la población.
Observan como esta imagen mental negativa no lo es tanto en los habitantes de estas zonas de la ciudad. La gente no quiere ser desalojada de sus viviendas, se sienten ligadas a ellos, y muchas veces es más un problema de los alcaldes y las personas que verdaderamente no viven ahí.
En conclusión, Druot, Lacaton y Vassal muestran en este libro que una forma diferente de aproximarse a la vivienda colectiva es posible y necesaria en los tiempos que corren. Con la actual crisis económica y social que atraviesa el mundo, los recursos ya existentes deben aprovecharse y reutilizarse de la mejor manera posible. Por tanto, desde este punto de vista es completamente justificable el reciclaje frente a la demolición y creación a partir de cero. Además, este reciclaje no se limita solo a los elementos materiales de las viviendas, sino que va mucho más allá. Se trata del reciclaje de los modos de habitar que hasta ahora se han considerado indiscutibles y fuera de todo debate. Se trata de reformular una serie de convenciones sociales que no están tan claras a día de hoy. De aprovechar mejor los recursos. Han demostrado que por un precio menor, podemos obtener un mayor beneficio.
Además, otro punto importante en su reflexión es el de tener en cuenta al usuario, no proyectar desde lejos, viendo el edificio como objeto, sino como contenedor de personas.
Estas personas tienen sus propios gustos, necesidades, carencias, deseos. No son un simple número que debe de encajarse en unos metros cuadrados determinados de la forma que cumpla la normativa más a rajatabla. No son, en ningún caso, personas de clase B, con menos derecho al confort que los propietarios de la más ostentosa mansión.
Este punto en particular ha suscitado mucho mi interés ya que mi trabajo de investigación y reciclaje del habitar se ha desarrollado en las Viviendas Sociales en San Jerónimo del grupo MGM. Al ir allí y cuestionar a los propietarios acerca de sus viviendas, todos incidía en que lo que más les disgustaba de ellas era su apariencia, la piel que envolvía al edificio y que le confería un aspecto carcelario. Seguramente, los arquitectos en la comodidad de su estudio consideraron este cerramiento como el ideal para la situación planteada. Seguramente estaban seguros de su belleza, de las buenas propiedades climáticas que confería al edificio y de que era un elemento acorde con su discurso. Sin embargo, no tuvieron en cuenta al usuario. No tuvieron en cuenta el perfil del potencial ocupante de esas viviendas, y aquí cometieron el error.
A estos habitantes no les importa la modernidad, el discurso, ni siquiera las propiedades climáticas del edificio, más alla de su confort personal. Ellos quieren vivir bien y vivir en un sitio agradable, y con esos elementos preconcebidos y prediseñados, es de todo menos un lugar placentero en el que estar.
Siguiendo la idea vertebradora del curso, enunciada bajo la máxima “Reciclar el habitar”, se procede a la lectura de este libro ampliamente recomendado por su conexión con el contenido del curso y la problemática actual en torno a las viviendas sociales y de bajo presupuesto. El libro nos ofrece una visión pedagógica del problema y trata de mostrarnos la forma de actuar empleada por este estudio francés a la hora de enfrentarse a estas realidades.
El libro consta de una introducción a manos de Ilka y Andreas Ruby en la que se enmarca la necesidad de una revisión de las formas de habitar en comunidad que se establecen en Europa a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Tras esta introducción, se nos desarrollan los preceptos básicos seguidos por estos tres arquitectos en tres extensos capítulos, y luego se procede a mostrar las intervenciones llevadas a cabo en distintas promociones de vivienda colectiva dentro de Francia.
En el primer capítulo ya se nos enuncia una de las ideas fundamentales: “No derribar nunca, no restar ni remplazar nunca, sino añadir, transformar y utilizar siempre.”
Esto es, tratar siempre de partir de la prexistencia independientemente de su calidad o grado de deterioro porque es la única manera de avanzar e innovar socialmente. Además la reconstrucción, recalificación y replanteamiento de los espacios son siempre operaciones menos costosas y con mejor resultado que la tábula rasa con la consiguiente demolición previa. Se trata de mostrar una actitud atenta ante la prexistencia y ser capaz de valorarla en toda su amplitud de parámetros. Asimismo, el usuario se erige como protagonista indiscutible de la intervención, siendo el objetivo primario de los arquitectos facilitarle los usos y simplificar su vida.
Así, ya en este primer punto se nos muestran una serie de claves maestras para alcanzar los nuevos estándares previstos partiendo de una serie de bondades ya existentes en la mayoría de torres periféricas de viviendas sociales que pueden encontrarse en todas las ciudades francesas desde los años 50 hasta la actualidad. Algunas de estas claves son:
- Ampliar las viviendas aumentando la superficie de la sala de estar y significándola respecto al resto de la casa.
- Dotar de transparencia a las fachadas y espacios aterrazados.
- Intervenir sobre los espacios residuales de paso como rellanos, ascensores y escaleras.
- Des-densificar las plantas bajas o cubiertas para dotar al edificio de equipamientos de uso común exclusivo para los vecinos.
- Donde sea posible, introducir viviendas complementarias.
- Dotar al edificio de espacios exteriores bien organizados y con un uso concreto.
Nos hablan en un siguiente punto de la amplitud de posibilidades que ofrecen las viviendas objeto y las zonas donde se ubican. Se preguntan asimismo por la conveniencia del actual modelo preestablecido de vivienda estándar para una familia tipo. Hoy día, ¿Cuál es la familia tipo? Con la entrada en crisis de este concepto entra a su vez en crisis prácticamente el fundamento básico de nuestra sociedad occidental actual. Esta situación actual en la que la vivienda viene como algo dado comienza a desajustarse de la realidad, y ya no funciona para todos el ideal de vivienda burguesa que se nos ha querido vender durante el siglo XX. La adaptación mediante un simple cambio de escala ya no es posible, se hacen necesarios diferentes mecanismos de actuación. La casa hoy no se amolda al dueño, sino que es el dueño el que se amolda a la casa.
Druot, Lacaton y Vassal proponen un nuevo modelo mucho más libre, en el que la casa se presenta como un catálogo de espacios de calidades complementarias y contrastadas.
El segundo capítulo comienza hablándonos de lujo y facilidad. Los arquitectos insisten en la idea de cambiar el concepto de calidad de vida, regido por unos estándares, por el de lujo, mucho más subjetivo y adaptable a cada uno de los habitantes de las viviendas. Se nos presenta el lujo como una generosidad de espacios, luz y confort por encima de lo esperado. Debe buscarse siempre el equilibrio entre generosidad y sencillez. Un ejemplo de esto es, para los autores, el de las Case Study Houses (a una escala totalmente diferente).
Más adelante se critica la poca implicación que tuvo el movimiento moderno con las necesidades reales de vivienda imperantes en su época. Se critica la combinación histórica de arquitectura y urbanismo como fuentes importantes de este fracaso de la vivienda colectiva. La idea misma del plano de ordenación provoca que el arquitecto se desvincule de los interiores y se dedique a disponer a su antojo terrones de azúcar sobre una maqueta para contener a un número determinado de personas. El fuerte encorsetamiento que conlleva el planeamiento urbano lleva al arquitecto a acabar proyectando una arquitectura normativa que cumpla con todos los requerimientos legales, olvidándose por completo de la escala menuda y del elemento más importante de un proyecto, que debe ser el usuario.
J.P. Vassal defiende que en cualquier proyecto, independientemente de su escala, debe tenerse muy en cuenta al usuario, dándosele la misma consideración al cliente que encarga una villa privada que al ciudadano que se dispone a habitar una vivienda colectiva de bajo presupuesto.
Los autores observan horrorizados cómo durante la época de la reconstrucción, el placer de habitar no se contempla como un parámetro importante del proyecto, siendo mucho más importantes aspectos que en opinión de los arquitectos deberían quedar supeditados al confort y calidad de vida del usuario. “La gente es gente, le gusta estar bien y las cosas que se hacen para la gente deben estar bien”.
Desde el punto de vista económico, los números les dan la razón. Existen tres razones fundamentales por las que es preferible optar por la reconstrucción frente a la demolición. En primer lugar, por afán especulador, se ha demostrado que cada vez se construyen viviendas más pequeñas, con lo que estamos destruyendo una superficie x para construir una superficie menor, lo cual redunda en beneficio del promotor y pérdida del usuario. Otro motivo es la indiscutible escasez de viviendas (en Francia) y el gran sector poblacional que trata de ocupar una. En tercer lugar, la voluntad conservadora del arquitecto de transformar un bien ya existente y que ofrece la única manera de ir más allá en la concepción de nuevas maneras de habitar. La construcción de nueva planta es incapaz de ofrecer esa oportunidad tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista cultural.
El presupuesto necesario para transformar un edificio ya existente es entre tres y seis veces más bajo que el necesario para derribar y construir de nuevo. Además, preocuparse por la gente antes que los sistemas es otra buena manera de entender lo económico. En el contexto de una crisis de la vivienda como la agua, la primera intervención adecuada al entorno es el reciclaje y el incremento de intervenciones en los grandes conjuntos de viviendas, lo cual no pasa precisamente por derribarlos. La cuestión del entorno empieza por una mirada desde el interior.
La transformación permite lanzar una mirada libre de ideas preconcebidas, dar importancia a aquello que tiene potencial y vitalidad. Es necesario mostrar que el acto de transformación implica que ciertas estructuras permanezcan, que prolonguen su vida permitiendo nuevas maneras de ser usadas y habitadas.
Defienden que la utopía moderna comienza en este difícil clima actual, precisamente a la idea del reciclaje de los espacios, que permite estrategias de unión, hibridación y transformación.
Estas estrategias generan complejidades impensables de alcanzar partiendo de cero.
Ya no existen los encargos que dan la posibilidad de inventar una ciudad de la nada, como sucedía en los años 60 o 70. A cambio, ahora tenemos la misión de transformar esa ciudad, lo cual constituye un acto eminentemente cultural.
En cuanto al problema de la convivencia y la idea de comunidad se defiende la idea de generar el proyecto de dentro hacia fuera, a partir de un recorrido que comienza en el dormitorio de una vivienda y acaba en los espacios públicos asociados a la misma. Al proponer buenos apartamentos pensados casi a medida, proporcionando servicios y facilidades. La manera de proceder es asociativa y acumulativa, y así paso a paso se construye la ciudad. Este mismo proceso, para dos, 4, 20 o cincuenta personas es el que “crea” ciudad.
Critican que muchas veces cuando se busca favorecer la mezcla social, evitando la creación de guetos, se hace necesaria la creación de casas unifamiliares para insertar a población de nivel adquisitivo más alto, lo cual implica contar con la promoción privada. Así el discurso sobre la mezcla y la tolerancia es realmente un discurso económico disfrazado de discurso social.
El discurso sobre la vivienda unifamiliar es, a fin de cuentas, el mismo que el de la colectiva. Se añaden además los problemas de espacio que generan las viviendas unifamiliares al consumir el territorio.
Ciertamente hoy en día incluso se tiende a la inversión del fenómeno, generándose exclusivas viviendas plurifamiliares en torres de magníficas vistas y aislando colectivos problemáticos en viviendas unifamiliares de escasa calidad.
En cuanto al espacio público, manifiestan el problema que se da en la total desconexión entre el proyectista de los edificios y el proyectista del espacio público que los rodea. La gestión de todo el área así como los edificios debe ser planteada como un todo, por una misma mano. Nos cuentan que lo que define a un espacio libre es su uso, y que en muchas ocasiones son más exitosos espacios abiertos sin ningún impedimento ni uso predefinido en proyecto pero que permiten libertad para que el usuario desarrolle la actividad que considere más oportuna. Estos espacios funcionan muy bien porque permiten que la gente se apropie libremente de ellos y requieren un mantenimiento mínimo. Es, por tanto, el uso el que se encarga de modelar el espacio público y no al revés.
Por último se plantean cómo cambiar las connotaciones negativas que presentan los grandes conjuntos de viviendas de cara a la población.
Observan como esta imagen mental negativa no lo es tanto en los habitantes de estas zonas de la ciudad. La gente no quiere ser desalojada de sus viviendas, se sienten ligadas a ellos, y muchas veces es más un problema de los alcaldes y las personas que verdaderamente no viven ahí.
En conclusión, Druot, Lacaton y Vassal muestran en este libro que una forma diferente de aproximarse a la vivienda colectiva es posible y necesaria en los tiempos que corren. Con la actual crisis económica y social que atraviesa el mundo, los recursos ya existentes deben aprovecharse y reutilizarse de la mejor manera posible. Por tanto, desde este punto de vista es completamente justificable el reciclaje frente a la demolición y creación a partir de cero. Además, este reciclaje no se limita solo a los elementos materiales de las viviendas, sino que va mucho más allá. Se trata del reciclaje de los modos de habitar que hasta ahora se han considerado indiscutibles y fuera de todo debate. Se trata de reformular una serie de convenciones sociales que no están tan claras a día de hoy. De aprovechar mejor los recursos. Han demostrado que por un precio menor, podemos obtener un mayor beneficio.
Además, otro punto importante en su reflexión es el de tener en cuenta al usuario, no proyectar desde lejos, viendo el edificio como objeto, sino como contenedor de personas.
Estas personas tienen sus propios gustos, necesidades, carencias, deseos. No son un simple número que debe de encajarse en unos metros cuadrados determinados de la forma que cumpla la normativa más a rajatabla. No son, en ningún caso, personas de clase B, con menos derecho al confort que los propietarios de la más ostentosa mansión.
Este punto en particular ha suscitado mucho mi interés ya que mi trabajo de investigación y reciclaje del habitar se ha desarrollado en las Viviendas Sociales en San Jerónimo del grupo MGM. Al ir allí y cuestionar a los propietarios acerca de sus viviendas, todos incidía en que lo que más les disgustaba de ellas era su apariencia, la piel que envolvía al edificio y que le confería un aspecto carcelario. Seguramente, los arquitectos en la comodidad de su estudio consideraron este cerramiento como el ideal para la situación planteada. Seguramente estaban seguros de su belleza, de las buenas propiedades climáticas que confería al edificio y de que era un elemento acorde con su discurso. Sin embargo, no tuvieron en cuenta al usuario. No tuvieron en cuenta el perfil del potencial ocupante de esas viviendas, y aquí cometieron el error.
A estos habitantes no les importa la modernidad, el discurso, ni siquiera las propiedades climáticas del edificio, más alla de su confort personal. Ellos quieren vivir bien y vivir en un sitio agradable, y con esos elementos preconcebidos y prediseñados, es de todo menos un lugar placentero en el que estar.
20121214
Reflexión del habitar - Miguel de la Cuadra Ruiz
MIGUEL DE LA CUADRA
RUIZ _ FUNDAMENTOS DEL HABITAR _ 12/13
CONCLUSIONES DEL
HABITAR
Una vez leído el
libro y analizado mi promoción de viviendas he llegado a la conclusión de que
para que un sujeto pueda decir que está habitando un espacio, tiene que hacer
este espacio suyo.
Para poder hacer el
espacio suyo, éste debe colonizarlo a través de objetos o vivencias obtenidas
con su uso.
Cuando entramos en
una vivienda o en un espacio, la diferencia que notamos entre una casa o
espacio habitado y uno deshabitado es que existen objetos en su interior.
Una casa o espacio
deshabitado se encontrará por tanto vacío de objetos o con objetos abandonados
y descuidados. De esta distinción averiguaremos si este espacio no ha sido
habitado o fue habitado con anterioridad.
Por ejemplo cuando
vamos paseando por el bosque y vemos basura en el suelo, sabemos que ese
espacio o lugar ha sido habitado por alguien, y que ha sido ese alguien quien
ha tirado ese objeto o basura al suelo.
Si observamos
cualquier edificio de viviendas habitado y comparamos su estado actual con el
estado en el que se encontraba cuando fue construido, es decir cuando estaba
deshabitado, vemos que la diferencia principal es que la gente ha adaptado el
edificio a sus necesidades o gustos, ya sea pintando la terraza, colocando
macetas, pintando la puerta de entrada, modificando la distribución.
En conclusión creo
que la definición de habitar es hacer tuyo un espacio mediante la vivencia de
las cosas que en este espacio se encuentra, para ello el arquitecto puede
proponer espacios u objetos donde conseguir esto.
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